lunes, 20 de mayo de 2013

UN GIGANTOSAURIO LLAMADO MOVISTAR

No hagan mucho caso al título de este blog, no soy tan agresivo aunque confieso que en alguna ocasión le entran ganas a uno de liarse a tortazos con este personal. Pero nunca llegó la sangre al río, para tortas las de  aceite de Castilleja de la Cuesta, entre otras cosas porque se lo tienen montado de tal forma que no hay manera.

Movistar, la de la eme oronda y opulenta, o Telefónica de España que es igual, es un diplodocus empresarial y por su propia idiosincrasia es un verdadero rodillo o trituradora de clientes. No en vano es una de las empresas, de lejos, que más reclamaciones de consumo recibe en el Estado español, en connivencia con los políticos gobernantes que no mueven un dedo en referencia a esto y por algo será visto lo visto. Así mismo, Movistar ha sido elegida como una de las peores empresas del año en diversas ocasiones.

Con este panorama, su actual presidente desde el año 2000, César Alierta, preside desde su creación el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) cuyo objetivo es crear esfuerzos para aportar propuestas que mejoren la competitividad, ayuden a la recuperación económica y fortalezcan la confianza internacional en España.

Que Dios nos coja confesados.

Yo soy un cliente triturado por esta megaempresa, para ellos tan solo soy un número, pero eso sí, mi dinero es tan válido como el que más,  y es motivo por el que escribo este blog en el que expresaré mis experiencias del TBO con ellos, no solo de ahora, sino de muchos años atrás.

Telefónica es una empresa privada que se sirve de haber sido la única empresa pública de telecomunicaciones en el pasado, amén de satélites figurantes como Retevisión, para lucrarse  de un mercado en el que ha seguido siendo casi exclusivo hasta el día de hoy. Y pare usted de contar.

Usted se sorprenderá de esto viendo que existen otras mega-empresas (dignas de analizar igualmente) como Vodafone u Orange, la primera de capital británico y la segunda de capital francés, pero la realidad es que aquí  el escatérgoris  es de Telefónica (red principal de cableado de la que se sirven las demás o no) y si no aceptas pulpo como animal de compañía, se larga y te deja incomunicado.

Preguntar si estas compañías están conchabadas para cobrar un mínimo a sus clientes atentando así contra las normas  de competencia, es como preguntar que si dos más dos son cuatro. Otra cosa es demostrarlo, claro está.

La privatización de la teleco de la eme oronda fue una merienda de negros, como casi todo en España,donde la empresa joya de la corona del Estado español que reportaba beneficios, curiosamente, cayó casi mágicamente en manos de un amigo de colegio de primaria de Aznar, Juan Villalonga, al que seguramente debería algunos favores de la infancia. Se nos antoja que a Aznar le librase de algunas palizas de los compañeros de cole por engreído, José Mari era un niño repelente a buen seguro, pues un personaje así solo lo puede ser desde la infancia.


Con el tiempo esto ha ido camuflándose de alguna manera para que parezca que es distinto, o bien va desapareciendo de la flaca memoria colectiva, pero si de alguna forma ha cambiado ha sido para repartirse el pastel ganando más y más dinero, no importa cómo, ante la vista gorda de gobernantes que acabaron cobrando a cambio de algún puesto en la compañía.

A riesgo de parecer simplista, esto es así de burdo y de indignante. Ocurrió tal cual. No puede hablarse de nocturnidad pues el hecho se produjo a plena luz del día y a mano armada ante el contribuyente.

El caso es que el antiguo amiguito impúber de Aznar ganó en pocos años el dinero que no se gastaría en diez vidas, hasta el punto de que cuando se hartó (tendremos incluso que admirarle por ello, porque hay otros que no se hartan ni en un verde)  lo dejó y podría dedicarse a campar por alguna isla de su propiedad pensando en que, si ha de morir algún día, mejor morir clavado y no precisamente en una cruz.

Así ocurrió y así se lo estamos contando y todo pasó ante la mirada perdida y atontada de los españolitos que pensábamos absortos en la imagen que nos vendían de una España feliz y rica, donde había una parte del botín para todos. 

España iba bien. Sobre todo para ellos.

He dicho botín y no Botín, ya me gustaría que se repartiese el botín de Botín, este país ganaría muchísimo. Y no digo esto gratuitamente, intente usted pagar una factura telefónica en otro lugar que no sea en un banco.

Entonces, por un lado tenemos a este diplodocus empresarial, que lo es por grande, pero también por desfasado y anticuado, cosa que demostraremos, y por otro tenemos a millones de clientes en liza. En próximos capítulos veremos cómo funciona el timo de la estampita y cómo sufrimos los que caemos en sus redes.


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